viernes, 28 de mayo de 2010

FERNANDO CAVENAGHI Y SU PASO POR RIVADAVIA



CHACABUCO: CRECER DE GOLPE

Para llegar a Chacabuco desde O'Brien hay que recorrer unos 100 kilómetros por ruta o 50 si se toma el atajo por caminos de tierra. Ese trayecto también Fernando lo conoce de memoria: entre los 6 y los 12 años lo hacía dos veces por fin de semana, avatares lógicos que sufren los hijos de padres separados.
Mónica Ferrero, oriunda de Irala, un pueblo más pequeño aún que O'Brien, ubicado a 10 kilómetros del mismo, conoció a Garito Cavenaghi. Se pusieron de novios y meses más tarde nació Fernando. Y seis años después se separaron.
Mónica decidió instalarse en Chacabuco por dos razones: porque allí vivía su hermano, que le podía dar una mano, y porque era el único lugar de la zona donde tenía la chance de terminar sus estudios de maestra. Y enfiló nomás hacia los pagos de Passarella con su hijo de 6 años. No le resultó fácil. El primer mes, su hermano la alojó y después fue alquilando donde podía.
"Siempre trabajé vendiendo cosas, fui empleada en un negocio de gaseosas, y la verdad es que hubo noches en las que me quedé sin comer. Todavía recuerdo el primer día de Fer en la escuela, estaba re perdido, no conocía a nadie. Me agarró una angustia tan grande que me vine a llorar a casa", admite hoy Mónica, que un tiempo después de recalar en Chacabuco conocería a Oscar Golía, su actual esposo y con quien tendría a Nicolás y Belén.”En una época alquilé una piecita con cocina y baño. Dormíamos en una cama con cucheta y alguna vez que estaba un poco enferma, él me prendía la luz y me preguntaba desde abajo si me sentía bien. Siempre fue muy compañero,". Chacabuco tiene rango de ciudad, casi 50.000 habitantes, y al entrar, nomás, impacta la presencia de los silos "Molinos Chacabuco".
"Claro que lo extraño -continúa Mónica-, pero hablo por teléfono todos los días. Una vez me pidió si lo podía despertar todas las mañanas y para mí fue una gran emoción, me hace sentir un poquito útil. En sus inicios en River no fue fácil, porque no había plata y sólo podía llamarlo una vez por semana. Encima no teníamos teléfono en casa y teníamos que ir al público."
Oscar, asiente: "Esos miércoles eran bravos y si encima Fernando por ahí decía que se sentía mal o tenía algo de fiebre, la mamá se ponía loca. La verdad, que Fernando, bancársela, se la re bancó. Lo ayudó la separación de los padres, los golpes asimilados. Sabes lo difícil que era cuando lo dejábamos saludando ahí en la puerta de la pensión del club los domingos a la noche".
Con la pelota se destacó desde chiquito. Cuenta la mamá que para los cumpleaños siempre pedía pelotas y que llegó a tener once. "Taca, taca, todo el día con la pelotita andaba", recuerda. Entre los 9 y los 12 jugó en Rivadavia de Chacabuco y Bragado Club, por las ligas regionales, hasta que finalmente ancló en el segundo. También integró las selecciones de las dos ciudades. Y siempre metió goles con naturalidad.
Hoy, con la fama a pleno, cada vez que el goleador viaja a su casa materna, se arma una pequeña revolución en la zona. Muchas veces, Fernando tiene que avisar que le abran el portón porque está entrando a la ciudad y si deja el auto en la calle, a la hora ya hay gente haciendo cola en la puerta, porque todos saben que el héroe está en casa.
La llegada a River la conoce al detalle Galdino Luraschi, por entonces técnico de la novena, "En el 96 fui a hacer una prueba a Chivilcoy y me pasaron el dato de un pibe muy interesante de la zona de O'Brien. Al final no pudo ir a esa prueba porque estaba enfermo, así que lo cité para que fuera la otra semana al club. Jugaron contra la pre novena de River, que estaba bien armadita y Fernando metió dos goles, ese primer año anduvo bárbaro, fue el goleador del segundo torneo y armó una gran sociedad con la Gata Fernández y el Malevo Ferreyra".
"La verdad, jugaba muy bien, pero jamás pensé que llegaría a primera. Si no, prometía otra cosa, seguro". ¿Quién lo dijo? Sí, aunque usted no lo crea, la que va a estar cerrando esta nota va a ser Mónica, la mamá. ¿Qué prometió? Ir caminando a Luján. Pero no desde Buenos Aires sino desde Chacabuco: 120 kilómetros por los atajos de tierra. Cumplió el año pasado, después de entrenarse durante siete meses una hora por día. Le pidió a Oscar que lo acompañara a caballo, cargó sillas, una palangana, medicamentos, de todo. Salió un jueves al alba y llegó el sábado a la noche. Se ampolló todos los pies y se encarnó todas las uñas. Estuvo tres días sin poder caminar.
Y... si no le tienen fe al pibe de Villa Tranquila...
"Aunque viva en Europa, mi pueblo es el mejor lugar del mundo"



Esta nota fue extraido y reducida de: http://usuarios.multimania.es/beluriver9/hobbies2.html

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